Los relatos del primer pecado capital.

«Calentando los cuerpos entre los libros»

Ahí estaba yo otra vez, encerrado en la biblioteca, una fuerte nevada había bloqueado las puertas y teníamos que esperar a que llegaran las quitanieves y los bomberos. Para colmo no funcionaba la calefacción, así que hacía un frío terrible allí dentro. Empecé a caminar entre las estanterías de libros para distraerme y de paso calentarme un poco. En una de mis idas y venidas me fije en una chica pelirroja que estaba sentada en una mesa larga, llevaba un gorro rojo puesto y unos guantes del mismo color, parecía concentrada a pesar del frío. Yo me entretuve en mis pensamientos y sin darme cuenta ella me estaba mirando con las mejillas sonrojadas y una pequeña sonrisa. Yo hice una pequeña mueca con la boca y continúe con mis paseos, cada vez que pasa por la zona donde ella estaba intentaba disimular para que no se diera cuenta de que la miraba, pero era obvio, cada vez pasaba con más frecuencia. Decidí no ser tan estúpido de molestarla y me fui a una pequeña sala de la biblioteca, una donde nunca solía ir nadie.

Allí no hacía tanto frío, pero tampoco había demasiado que ver, era normal que nadie entrara, eran libros antiguos de historia, a poca gente le interesaba eso ahora mismo. Oí como la puerta se abría y me giré viendo el pelo rojizo entrando en la sala. Ella me miró con su sonrisa tímida y me dijo que estaba preocupada, que no sabía dónde estaba el chico que la vigilaba. Agaché un poco la cabeza con timidez, se había dado cuenta todo el tiempo. Se acercó a las estanterías y examinó y poco los nombres de los libros, yo la miraba de arriba abajo, tenía un físico muy estilizado, el culo lo tenía subido y su contorno era muy sugerente, el pecho era pequeñito pero llamativo. Me acerqué a ella y comencé hablar del frío, ella inclinó la cabeza hacía un lado y me miró pensativa, sus labios parecía que me llamaban, eran rojos como su gorro y sin controlarme los besé, lo que rápidamente me aparte, no quería parecer un descarado. Ella se rió casi a carcajadas, me tocó el hombro y despacio se fue acercando, uniendo de nuevo nuestros labios. Yo tocaba su cuerpo con timidez, no quería ser grosero, pero fue ella quien se lanzó. Se acuclillo y me bajó la cremallera, me sacó el miembro y noté la calidez de sus labios, el frío de la sala hacía contraste con su calor, era algo extremadamente excitante. Me agarré a las estanterías, estaba muy sobresaltado, aquello solo lo me lo habría imaginado en mis sueños más morbosos, pero allí estaba ella recorriéndome con su lengua cada centímetro de mi pene. Parecía disfrutar con lo que estaba haciendo, la levanté de los hombros, me quité la chaqueta y la tendí en el suelo, le subí la pequeña falda que llevaba y le rompí las medias por su entrepierna a la vez que le apartaba la ropa interior. Ella se tumbó en el suelo y yo me puse encima de ella, el frío había pasado a un segundo lugar, en aquella habitación era todo calidez. Nuestras cinturas se unían en una, me mordía el cuello con suavidad, pero mientras más calientes estábamos la dureza fue en aumento, tanto que incluso me hizo daño. Ella se colocó encima mío y se movía despacio disfrutando del momento, sus pies estaban apoyados en el suelo y su piernas flexionadas, con pequeños empujes subía y bajaba por mi virilidad, yo lo observaba y me parecía demasiado excitante. Sus manos se clavaban en mi pecho y sus pequeñas uñas se hincaban en mi jersey. Ella comenzó a gemir algo fuerte, lo que a mí me preocupo que nos oyeran, la lévate por las piernas y la empotré contra una de las estanterías, una de mis manos le tapaba la boca mientas con la otra la mantenía en el aire con ayuda de la estantería, mientras mi cintura embestía contra la suya. Aquel juego no duró demasiado, noté como mi fogosidad fue en aumento y acabé estallando, le salpique un poco la falda a lo que ella se rió a carcajadas.

Nos arreglamos un poco la ropa y oímos que ya habían liberado la puerta de la nieve, ella me miró y me dijo que ya volveríamos a estudiar juntos. Yo me quede solo en aquella habitación, donde aun se respiraba la lujuria entre las enormes estanterías de libros, que habían visto comenzar una nueva historia.

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«Bailando una salsa caliente»

Nos movíamos juntos al ritmo de la música, yo le seguía en sus pasos, me agarraba firme y me hacia girar como si fuera una peonza. Al notar su seguridad me sentía libre y extrañamente caliente, era una sensación de sensualidad que pocas veces había tenido. Sus brazos fuertes y su cara perfectamente esculpida me hacían que me olvidara de lo que había a mi alrededor, tanto que estuvimos horas y horas bailando hasta que las luces se encendieron. Con una fantástica sonrisa me acompaño fuera y me ofreció seguir bailando, me dijo que él practicaba en casa, que tenía un salón bastante grande. Yo enamorada con los bailes que había tenido accedí casi sin pensármelo.

En su piso me ofreció algo de beber y puso algo de música para entrar un poco en calor, la melodía fue haciendo efecto en mí y mi cuerpo comenzó a moverse al son de aquella música tan rítmica. Él me cogió sin dilación y nos pusimos a bailar como si no hubiera mañana, cada movimiento era casi único y nuestras respiraciones se cruzaban. Su preciosa sonrisa no desaparecía de su cara y su mirada me trasmitía todo aquello que yo me imaginaba. En uno de los giros acabe muy cerca de él y sin remedio mis labios como imanes se pegaron a los suyos. Sus brazos me cogieron con fuerza y me apretaron contra su fuerte pecho. A mis brazos les costaba rodear su enorme torso, pero aquello aun más me excitaba. Me alzó en brazos y sus manos me cogieron entre los muslos, apoyo mi espalda contra la pared y la pasión de su lengua se entremezclaba con la dulzura de la mía. Los besos fueron bajando, fueron deslizándose por el cuello hasta llegar a mis pechos, allí se entretuvo un poco y al final me lanzó al sofá, donde mi pantalón prácticamente desapareció. Su besos bailaron por mis muslos con la música que aun sonaba, varias veces noté su respiración cerca de mi vagina y aquello aun más me excitaba. Sin poder contenerme más le cogí por la cabeza y se la llevé a mi entrepierna, sabía que paso le tocaba ahora. Con suavidad apartó la ropa interior y su lengua jugó con mi clítoris como si de una pareja de enamorados se tratase, no sé cuantas veces pude sentir aquella fuerte humedad y la explosión de excitación me recorrió todo el cuerpo. Le quité la camisa y su fuerte torso quedo al desnudo, le mordí casi cada centímetro de su cuerpo, después me distraje con su pantalón y le extraje el pene con suavidad, era suave y cálido, ya estaba extremadamente duro. Me lo introduje en la boca con intensidad, casi me atragante por la rapidez con la que me lo metí. Él tenía los ojos cerrados saboreando cada segundo que me entretenía yo con su duro miembro. Sin que él lo pidiese me subí encima de él y dancé como nunca, aquel baile me encantaba. Sus manos se agarraban en mis glúteos y su pelvis se alzaba con cada giro, era algo maravilloso,  como si una extraña electricidad me recorriera todo el cuerpo. Me levantó y se colocó esta vez encima de mí, me puso las piernas encima de sus hombros y notaba como entraba en lo más profundo de mi.  Mis gritos de placer podían oírse con tranquilidad por todo el edificio, pero a mí me daba igual, yo disfrutaba como nunca.

No sé cuantas veces mi cuerpo estalló en orgasmos que me recorrían desde los pies a la cabeza, aquello era  un extraña lujuria. El sudor de nuestros cuerpos ya era desmesurado, como también lo eran nuestros jadeos. Habíamos probado bastantes posturas y él aun seguía con ganas de guerra, yo estaba agotada necesitaba relajarle. Le senté en el sofá me puse delate de él de rodillas y cogí su pene con fuerza. Lamí, chupé y mordí, notaba como su cuerpo se estremecía a cada movimiento que hacía. Al fin noté como sus piernas temblaban y explotó en mi boca, lo trague sin pensar y le miré a los ojos que los tenía idos de la excitación. Me tumbé en el sofá y apoyé mi cabeza en su muslo. Su mano me acarició la cabeza y me dormí pensando en el próximo baile.

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“La pasión de las rosas”

Estaba algo nervioso, me sentía como un niño de quince años que acababa de quedar por primera vez con una chica. Sabía que ella no tardaría en llegar, se acercaba la hora que habíamos acordado y mis pulsaciones se aceleraban. No hacía más que mirar el reloj y el teléfono móvil, no fuera a ser que no pudiera venir. Salía a la terraza por si la veía pasar, me paseaba por dentro del piso sin parar, hasta que al final sonó el telefonillo, que en tantas ocasiones me había parecido odioso, aquella vez me pareció delicioso. Descolgué y escuche su voz, mi corazón se aceleró aun más y no pude evitar sonreír. Abrí la puerta a la espera de que subiera, el ascensor se abrió y allí estaba ella, vestida delicadamente y radiante, era preciosa. Dio dos pasos y me besó suavemente en los labios, yo la respondí rodeándola con mis brazos y después le pedí que pasase. Se sentó en el sofá y no dejó de mirarme y sonreírme, yo me quedaba hipnotizado cada vez que nuestras miradas se cruzaban.
Le pedí que me esperara unos pocos minutos, que tenía que terminar de hacer algo. Ella me sonrió pícaramente pensando en que estaba tramando, intente no tardar demasiado, ya que no quería que estuviera demasiado tiempo sola. Volví lo antes que pude al salón y le pedí que me acompañase, llegamos a la puerta de la habitación que estaba cerrada y le ofrecí abrirla. Ella me miró y no dejó de sonreír ni un instante, giró el pomo y lo vio, toda la cama y el suelo de la habitación estaban llenos de pétalos de rosas, rojos, rosas y amarillos, la habitación estaba iluminada por velas que hacían un camino hasta la cama. Ella me beso con pasión y me pidió el por qué, yo le dije que tendría que haberlo cuando había amor. Nos tumbamos y vio la última sorpresa, sobre la almohada había una botella de champan y dos copas, la abrí y le serví primero a ella y luego a mí. Brindamos, por nosotros, por las sorpresas y para que pudiéramos repetirlas en muchas ocasiones más.

Como siempre a mí las burbujas me subieron más de la cuenta, ella se reía, pero me acariciaba mientras que en ningún momento dejo de sonreír. Me beso, me acaricio, nuestros cuerpos comenzaron a fundirse en uno. La desnude con delicadeza, quería que aquella noche se sintiera especial, la desabroche el sujetador, me paseé por su pecho con mis besos, mis manos se deslizaban por su espalda y su cuello. Desabroché el pantalón, mordisqueé su ropa interior y la besé. Ella se estremeció suavemente, le gustaba, acabe desnudándola y mi cabeza se quedo entre sus muslos, notaba como su abdomen se contraía y sus piernas hacían fuerza. Notaba su calor, su pasión, su amor. Me pidió que subiera, la hice caso, me besó y me desabrocho el pantalón, casi sin darme cuenta estaba desnudo como ella. Me acercó hacia su cuerpo y nos unimos, su piel como siempre al tacto con la mía era suave, sedosa, una maravilla para mi sentido. Estábamos bailando despacio, nuestras cinturas estaban sincronizadas en un pequeño vals, pero pronto aceleramos, ella me besaba con fuerza y me pedía que no parase. Yo no podía negarme a nada aquel día, así que lo hice, cada vez más intensamente. Tras unos minutos me llego su susurro, “déjame a mi ahora”. Me dio la vuelta y se puso sobre mí. Su sonrisa era entre pasional y picaresca, empezó a moverse despacio, lentamente, deleitándose con cada movimiento. Sus manos se apoyaban en mi pecho, y aumento el ritmo poco a poco, su respiración se aceleraba al compas de la mía, sus jadeos y los míos hacían de las mejores canciones que en mi vida habré escuchado. Sus manos se despegaron de mí y se posaron en la pared, su cintura hizo fuerza y la presión fue en aumento. Aquellos movimientos se convirtieron en pasión, yo la miraba y ella a mí. El fuego no tardó en aparecer, sus gemidos fueron en aumento y yo no pude resistir mas, los dos estallamos en una descomunal fuente orgásmica que nos dejo exhaustos.

Ella cayó sobre mí, levanto levemente la cabeza me besó y volvió a recostarla sobre mi pecho. La acariciaba el pelo mientras oía su respiración, yo aun estaba despierto, deleitándome con su figura y la felicidad que ella me otorgaba. No deseaba en estar en algún otro lugar, cuando estaba con ella me olvidaba del resto del mundo, aquella sensación era lo me hacía saber que era espacial.

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«La pasión de la oscuridad.»

Allí no hacía calor, el aire acondicionado se notaba, pero yo estaba sudando. Sabía que era por los nervios, jamás había hecho algo así, en aquel lugar era un objeto, un pedazo de carne como los que me acompañaban. Todo estaba completamente a oscuras y de vez en cuando un destello de luz dejaba ver a quienes te rodeaban, hombres y mujeres, todos desnudos y sudorosos. Me aleje un poco del centro y me situé cerca de una pared. Aun no había tenido contacto con nadie, solo me había rozado levemente con algunas personas sin saber del sexo que eran. Con los destellos, mis ojos se abrían de par en par, aquello que veía era la autentica fantasía del más perverso y depravado sexual que pudiera existir. Mujeres acuclilladas metiéndose la virilidad de hombres, hombres lamiendo los labios jugosos de las mujeres mientras ellas estaban tendidas en el suelo, incluso había algunas que eran poseídas por varios hombres, penetrándola por todos sus orificios. Aquello me parecía de locos, ¿Cómo podían ver aquello normal? En uno de los destellos siguientes mis ojos se cruzaron con los de una chica castaña de mirada oscura, no le di importancia, pero al poco tiempo note como una manos suaves me recorrían el pecho. Sus labios húmedos me susurraron algo en el oído que no llegue a entender, para después besarme el cuello, los pezones y por ultimo mi miembro, que ya estaba erecto por las caricias. La humedad de sus labios era apasionante, con los destellos llegaba a ver con la intensidad que me absorbía, sentía una sensación de placer que me recorría el cuerpo. Cerré los ojos para evitar observar a mí alrededor cuando apareciesen los destellos, pero otros brazos me colgaron por la espalda, eran suaves y emitían un leve aroma a frambuesas que me gustaba. Con el siguiente destello vi a una joven, mucho más que yo, con los labios morados, los ojos del mismo color y las sombras que los cubrían también, tenía una tez muy blanca, pero era muy guapa. Me mordió el hombro con tanta fuerza que no pude evitar estremecerme a causa del dolor. La chica castaña cruzó una mirada con la joven y sonrió, me giraron y la de pelo  cobrizo se apoyó con las manos en la pared, dejando sus glúteos firmes enfrente de mí. La joven me susurraba al oído, cosas que aun prefiero ni recordad, eran barbaridades sexuales, pero lo peor es que la hice caso. Me coloque detrás de la chica rubia y la penetre, sus feminidad estaba humedad, incluso demasiado, notaba como el liquido fluía por sus piernas. La embestía con suavidad entrando hasta que sus glúteos golpeaban con mis muslos. Sin yo darme cuenta la joven se posiciono detrás mío, se acuclilló y su lengua se deslizó entre mis nalgas. Era una sensación extraña, me sentía invadido, diferente y excitado, aquello me resultaba raro pero me proporcionaba un intenso placer. Seguí con las embestidas, aumente mi fuerza hasta que incluso escuchaba los gemidos de la chica castaña que se agarraba a la pared con las uñas. Estaba a punto de estallar cuando la joven me giró, quedándose enfrente de mi miembro. Se lo introdujo en la boca y lo lamia con una intensidad inhumana, me resultaba imposible contenerme, estalle en un orgasmo que inundo la boca de la joven. La chica castaña observó la escena entre los destellos, sonrió y se marchó. La joven se alzó y me miro a los ojos, se pasó la lengua entre los labios y abrió la boca mostrándome su lengua limpia y roja. También se marchó y me quede de nuevo allí solo, me sentía vivo y cansado, no había sido demasiado largo, pero jamás había tenido dicha sensación. Camine guiándome entre destellos, esquivando a las personas que estaban en el suelo o por el medio, tarde bastante en llegar a la salida, incluso me pare unos segundos al ver a una chica rubia que estaba  siendo poseída por dos hombres, uno la invadía por su feminidad y el otro por sus nalgas. Sonreía, se la veía satisfecha, llena completamente ¿O no? Levantó una de sus manos y me indicó que me acercara, me señaló su boca con su dedo índice y luego se lo introdujo en la boca. Yo le negué con la cabeza y ella inclinó la suya poniendo una cara de tristeza con algo de burla. Salí de aquella sala, me sentía aturdido, estaba en unos vestuarios donde mi ropa colgaba de unas perchas, me vestí lo más rápido que pude, no quería que nadie que saliese me viese allí. En el vestíbulo del local el gerente me sonrió y me pregunto cómo me había ido. Yo solo saque mi cartera y le pague, no quería hablar de nada. Al salir note un intenso frio que me golpeó todo el cuerpo, llevaba ropa de abrigo, pero estaba helado, comprendí en aquel instante el intenso calor que había tenido allí dentro. Decidí ponerme en marcha, mi casa no estaba lejos por lo que preferí ir caminando y recordar aquel placer que dudo volviera a repetir.

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«La oficina»

Me subí en el ascensor que llevaba a la oficina. La corbata me apretaba más de lo habitual, además el calor hacía que fuera aun mas agobiante. Las puertas se comenzaron a cerrar y escuche a alguien que pedía que lo detuviese, pulse el botón y ella entro en el ascensor, no podía ni creérmelo. Su larga melena rubia ondulada le caía sobre los hombros, sus ojos verdes le brillaban con intensidad y una fabulosa sonrisa blanca le dibujaba el rostro. Ella me lo agradeció aunque no sabía ni mi nombre. Las puertas se cerraron y comenzamos a subir. Yo intente no mirarla pero me era imposible, mis ojos se veían atrapados por aquel escote y aquellas piernas largas que solo en parte se ocultaban por una pequeña falda. Su figura parecía tallada a la perfección, sus curvas me hipnotizaban, me había ido a otro mundo cuando de repente sonó el sonido del ascensor y las puertas se abrieron. Ella salió primero contoneándose y me despidió agitando una mano. Yo volví en mí tras aquel breve sueño que deleitaron mis ojos. Permanecí sentado en mi mesa todo el tiempo que pude, pero no hacía más que pensar en ella, parecía un estúpido, ¿Cómo una chica así se iba a fijar en mí? Era la típica que salía con chicos de gimnasio u hombres cubiertos de dinero, no, yo no entraba en su rango de caza. Me levante de la mesa y me dirigí al baño, la oficina era el mismo cementerio de siempre, las mismas caras recubiertas de amargura y tristeza. Abrí el grifo y me moje la cara con ambas manos, oí como se abría la puerta y escuche como un chasquido, pero no le di importancia, seria alguno de mis alegres compañeros. Me volvió a mojar la cara y alce la visa y la vi, allí de pie, sonriente y mirándome a través del espejo. Yo me gire sorprendido y le pedí que hacia allí, ella no me respondió y solo se acuclillo. Me bajo la cremallera de mi pantalón y con su mano derecha suave como la seda me saco mi miembro que ya estaba extremadamente duro. Ella miro hacia arriba y me sonrió, yo estaba inmóvil incrédulo a lo que estaba sucediendo. Ella alargo su lengua húmeda y me rozo el glande. Mi respiración se aceleraba cada vez más, mi corazón parecía una locomotora. Ella abrió la boca con cuidado y se la introdujo solo dos dedos, el juego húmedo de su lengua y la leve presión de sus labios hacían que me sintiera relajado, cerré los ojos saboreando aquel intenso placer. Poco a poco fue aumentando su pasión, abrí los ojos viendo como se había recogido la falda y no llevaba ropa interior alguna. Su mano izquierda se deslizaba por sus labios mayores y menores, podía oír como gemía de cuanto en cuanto. Yo estaba muy excitado, aquello no podía quedarse en mero encuentro oral. La agarre de los hombros y la puse de pie, ella me sonrió, el beso que le di hizo que su piel se erizara. Me coloque detrás de ella y apoyo sus manos en la repisa del lavabo. Deslice mis dedos entre sus pierna notando la gran humedad que había. Sin más dilación entre dentro de ella, aquel calor y esa fluvial humedad me causaron aun mas excitación, intente controlarme pero me pudo la fogosidad. La agarre del cabello y le desabroche la blusa, aquellos pechos emergían como dos grandes montañas. Comencé el baile de mis caderas y ella empezó a lanzar pequeños jadeos, mi corazón bombeaba con fuerza, tanto como lo hacía yo con ella. Iba demasiado deprisa, lo sabía, pero no podía detenerme y más cuando ella parecía estar disfrutando. Me pedía que fuera más fuerte, más duro, que no tuviera compasión y eso hice. Le empuje la espalda hacia abajo, su cabeza se acostaba junto a uno de los grifos y su cuerpo formaba una perfecta ele. Se podía escuchar el golpeo de mis muslos contra sus glúteos, el sudor comenzaba a recórreme el cuello, mis manos estaban firmes sobre ella. Ella exhalo una gran cantidad de aire y comenzó a gemir con gran intensidad, sus gritos resonaron por todo el baño. Yo no pude contenerme, note como toda mi energía masculina ascendía, los dos estallamos en un intenso orgasmo. Me faltaba la respiración, mi corazón seguía latiendo con fuerza y yo podía notar el suyo en mí. Al salir de ella note como una gran humedad salía conmigo, goteando en el suelo brillante del baño. Ella levanto la vista y sus ojos verdes me miraban con deseo, se giro y me beso, pero esta vez fue suave, con cariño. Se paso la mano entre sus muslos notando el gran humedecimiento. Se limpio y se arreglo un poco el pelo, ya que lo tenía alborotado por mi culpa. Se estiro la falda y salió de allí sin decirme palabra alguna. Yo permanecí en el baño unos minutos más, tenía la camisa empapada y aun estaba algo acelerado, pero había sido un encuentro que jamás olvidaría. Me lave la cara y me recompuse lo que pude. Volví a mi mesa con un pensamiento en mi cabeza. El haber satisfecho mi deseo sexual.

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“La escoleta de la lujuria”

Allí estaba de nuevo buscando a su hija, yo le observaba por la ventana viendo como ponía la chaqueta a la niña. Aunque llevara aquel jersey podía diferenciar aquellos músculos de los brazos y el pecho, mi mente me jugaba malas pasadas y me imaginaba cosas que hacían que mi cuerpo se estremeciera. Tenía una mirada cautivadora, las pocas veces que había venido a verme mi pulso se aceleraba por completo y cuando me sonreía mis manos comenzaban a sudar, por no decir la humedad me invadía por completo. Cuantas veces llegaba a mi casa y fantaseaba con su cuerpo mientras yo me tocaba.

Los niños se estaban portado bien aquella mañana, yo estaba contenta con los trabajos de plastilina que habían hecho, tenía la mesa llena de ellos. Sonó la campana y los niños fueron al patio de recreo. Al poco de que los niños se marcharan vino la directora y me dijo que un padre quería hablar conmigo, que había venido sin avisar, le dije que pasara y allí estaba él, en camisa, con un botón desabrochado dejando entrever su pecho definido y sus mangas remangadas hasta los brazos, yo me estaba perdiendo por aquel cuerpo. La directora se marchó y él me saludo con una sonrisa. Le dije que se sentara y empezamos hablar de su hija, yo intentaba concentrarme pero me era complicado, aquellos labios me hipnotizaban. De repente me acarició con su pulgar la comisura del labio y todo mi cuerpo se paralizó, al parecer tenía un trozo de plastilina. Me pudo mi impulso, no sé cómo ni por qué, pero me lancé sobre él. Le besé y abracé, al principio él se sorprendió hasta que noté que sus manos me agarraban las nalgas con fuerza. Me alzó del suelo y me dejó caer sobre la mesa, todos los muñecos de los niños se aplastaron, pero en aquel momento yo quería fuego. Me desabrochó el pantalón y rápidamente sentí la suavidad de sus manos por mi piel, me acariciaba los muslos y se deshizo de la ropa interior con facilidad, su lengua me despojó de la imaginación, todo aquello que llevaba pensando durante tanto tiempo parecía una ridiculez con lo que él hacía con su lengua. Sabía exactamente donde tocarme y cómo hacerlo, era extremadamente bueno. Introdujo dos de sus fuertes dedos dentro de mí a la vez que seguía lamiendo con fuerza, aquello hacía que la electricidad, fuego y locura pasional invadieran mi cuerpo.  Aquel hombre no era humano, era un dios convertido en hombre, uno tras otros los orgasmos fueron llegando, no podía parar de gemir, era una autentico desenfreno lujurioso. Apretó aun más fuerte los dedos, con un movimiento en forma de “L” hacia arriba y su lengua jugaba por el exterior al mismo compas. Aquella compenetración se me hacia irresistible, jamás nadie me había tocado de esa manera. No pude aguantar demasiado y estallé en un grito de placer que tuve que silenciar mordiéndome el brazo, mis piernas temblaban y mi respiración estaba descontrolada. Él se levantó  y me sonrió con aquellos labios húmedos, se acercó a mí, me susurró al oído, luego me besó y se marchó.

Me quede allí paralizada, pensaba que había sido un sueño hasta que oí a los niños gritar por el pasillo. Rápidamente me levanté de la mesa viendo que ningún muñeco había sobrevivido a la lujuria, me subí los pantalones y me arreglé antes de que ellos llegaran.

Todos volvieron a jugar con la plastilina y yo me quede pensando en mis juegos.

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“Halloween infiel”

Estaba destrozada, no dejaba de llorar pensando en la noche anterior. Los cojines del sofá estaba repletos de mis lagrimas No entendía como podía haber pasado, yo era feliz con mi pareja, pero me deje llevar por la ocasión y el alcohol. Sabia que cuando él volviese a casa me costaría mirarle a la cara, no tenia ni idea de como decírselo, pero algo tenia que hacer, aquellos pensamientos me martirizaban, y lo que mas me destrozaba es que había disfrutado con aquella noche.

Mis amigas me habían convencido para ir a una fiesta de disfraces con motivo de la celebración de Halloween, yo no había sido jamas muy propensa a salir, sino que siempre había dedicado mi tiempo a otras cosas, algo que fuera de provecho, pero aquella noche las acompañé. Iba disfrazada de vampiresa, el vestido era muy sugerente y sobretodo en el escote,que era lo que mas resaltaba. Mis amigas al verme se habían quedado impactadas y no paraban de decirme que aquella noche iba a dejarlos a todos con las ganas de poseerme. Yo a cada minuto que pasaba me arrepentía de haber ido, la gente cada vez bebía mas y yo acababa de terminarme la primera copa, pero al final me acabó afectando, notaba como me desenvolvía mejor y comenzaba a pasármelo bien.

Ya mas alargada la noche noté como una mano se posaba sobre mi hombro, y al girarme creyendo que era una de mis amigas me sorprendí, era un hombre, alto y vigoroso, vestía un disfraz de Drácula y cubría su cara con un antifaz. Tenia una sonrisa perfecta y cautivadora, y tras aquel antifaz unos ojos grises brillaban por las luces de la discoteca. Se acercó a mi oído y me susurro lo guapa que iba, que todos los hombres de aquel lugar ansiaban hablar con ella, pero que él era el único que había tenido valor para hacerlo. Yo me sonroje y me sentí viva, feliz, extraña. No sabia bien por que, pero aquello me gusto, que aquel hombre apuesto se me insinuara me animo. Me sugirió tomar una copa y algo dentro de mi decía que no a gritos, pero al final accedí.

No se bien como sucedió pero después de dos copas mas me encontraba con aquel hombre, ese Drácula misterioso, en el baño del lugar. Estábamos besándonos con pasión, su lengua no hacia mas que rodear a la mía, sus manos me estremecían cuando tocaban mi piel, por los hombros, las piernas o el cuello. Casi sin darme cuenta una de sus manos se deslizo entre mis muslos y mi respiración se entrecortó. Su mano era cálida y fuerte, al principio sus caricias eran por encima de mi ropa interior, pero al poco con un movimiento ágil de sus dedos acabó haciéndose un espacio y lo note aun mas. Una sensación extraña me recorrió el cuerpo y mi cabeza volvió un poco en si, sabia que no estaba haciendo nada bueno y que me iba a traer problemas, aunque duraron poco aquellos pensamientos. Se agachó, puso mis piernas sobre sus hombros y su cabeza en medio. La calidez de su lengua era una sensación fabulosa, luego añadió dos de sus dedos y estalle en un orgasmo muy placentero. Él notó mi gran humedad y volvió a levantarse, me retiró la lencería y yo le desabroché el pantalón. Al instante lo noté dentro de mi, era muy excitante y placentero, la fuerza de sus brazos me sostenía en el aire y sus embestidas me hacían sentir aun mas placer del que había tenido jamas. Tras unos largos minutos de pasión le pedí que me bajase, le mordí el cuello y baje hasta tener su virilidad frente a mi boca. Nunca había sido proclive hacer aquello, pero no pude detenerme, comencé a acariciarla con mis manos, la bese y después me la introduje entre mis labios. Estaba tan caliente y dura, sentía como si me fuera a estallar en la boca y así fue, después de unos minutos noté aquel sabor que tanto había repelido, caliente y fuerte. Él me acariciaba el pelo y yo no pude evitar mirarle, tras escupir aquello subí y le miré a los ojos, seguían detrás de aquel antifaz, pero brillaban con la misma intensidad. Me besó con tanta pasión como lo había hecho antes, después se marchó. Yo estuve allí unos minutos, recogí mi ropa interior y volví con mis amigas. Ellas no hacían mas que preguntarme que donde estaba, que había estado mucho tiempo desaparecida, yo no pude decirles nada y me marche a casa.

Seguía en el sofá llorando y lamentándome, hasta que oí como la puerta de la casa se abría. Me limpié las lagrimas que aun me descendían por las mejillas y me senté a la espera de verle. Entro dedicándome una sonrisa y mis ojos volvieron a empaparse en lagrimas, no pude contenerme, le amaba y le había hecho daño. Acabe contándoselo y todo termino, una noche de horror.

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«Golpe de suerte»

Ya comenzaba a sudar por el calor intenso del medio día, mi botella de agua estaba casi a la mitad y comenzaba a notar algo de hambre en mi estomago. Intentaba no pensar en comida al ver los cuerpos esculturales que paseaban por delante de mí, no solo los de las mujeres, que me atraían como a cualquiera, sino también los de los hombres, bien esculpidos en horas y horas de gimnasio. Yo me pasaba la mano por el abdomen y notaba como mis ondulaciones dejaban algo que desear comparadas con aquellas tabletas bien marcadas. Algo me despejo de mis pensamientos, una pelota de voleibol me había golpeado en la cabeza y se había quedado en mi toalla. La cogí con las ambas manos y la alce para ver de quien era, pero no me esperaba aquello, esa chica era un ángel, su pelo rubio, sus ojos verdes y su cuerpo definido en unas perfectas curvas. Sudaba aun más de lo que me podía imaginar, me levante y extendí el brazo con la pelota en mi mano, ella me lanzó una hermosa sonrisa y me pidió disculpas, yo baje la mirada y no le di importancia al golpe. Ella se marchó corriendo y volví a sentarme, me quede allí sentado observando cómo jugaban a aquel deporte que me había desterrado de mis pensamientos. Permanecí allí tanto tiempo que ni me di cuenta del atardecer. Comencé a guardar mis cosas y camine, hasta que oí que alguien me llamaba, no escuchaba mi nombre pero me gire. Aquella muchacha se acerco a mí, me dijo si me podía compensar por aquel golpe, aunque fuera tomar un refresco. Yo estaba atónito, no sabía que decir, las palabras me sonaron diferentes al aceptar y sin darme cuenta estaba sentado en una mesa de una terraza conversando con ella. Hablamos de actualidad, trabajo y estudios, era una chica muy inteligente a la vez que hermosa. Comenzó a tener frio al ocultarse el sol y le ofrecí mi camisa, ella se sorprendió, pero la acepto agradecida. Me pidió si podía acompañarla a su casa, no vivía lejos, lo que le daba miedo caminar por allí sola.

Me invito a subir, yo estaba perplejo de aquello, jamás alguien así se había interesado en mí, pero intentaba quitarme esa idea de la cabeza,  ella solo lo hacía por remordimientos al haberme golpeado, seguramente me iría a casa solo y con un triste beso en la mejilla. Entramos en su piso, era pequeño, tenía el salón junto con la cocina y el baño en un pasillo enfrente de la habitación. Me indico que me sentara en el sofá, que iba a cambiarse. Yo nervioso me acomode, lo que no sabía es que sus manos me iban a rodear los hombros y sus labios me rozarían el cuello. Estaba muy tenso y ella lo notaba, mi cuerpo era rígido como una piedra y mi sexo no estaba de diferente forma. Ella se inclino sobre mí, sus manos llegaron hasta mi abdomen, me sentía rabioso a que ella tocase mis curvaturas, pero parecía no importarle, sino incluso gustarle, ya que jugaba en ellas. Descendió un poco más y sus manos se introdujeron en mi pantalón. Sus manos suaves como la seda me la agarraron con delicadeza, mi corazón se aceleraba, me sentía muy asustado y afortunado. Salto por encima del sofá situándose entre mis piernas, me aparto el pantalón y con una mirada picaresca me sonrió. Su lengua me lamia por todo la carne de mi miembro. La saliva era cálida y húmeda, proporcionándome un leve placer que me hacia palpitar con fuerza. Sus labios pronto ocultaron mi sexo por completo, el juego de su lengua con sus lentos movimientos hacían de aquello un pecado para mí. Ella se levanto sin decirme nada, se aparto el bikini con una mano, se subió encima mío y entre dentro de ella. Mis manos intuitivamente se fueron a sus nalgas y pronto aquel movimiento de caderas comenzó a balancearme, me movía casi por completo. Su boca se pegó a la mía y comenzó a morderme los labios, después paso al cuello donde sus mordiscos fueron más intensos, el placer que sentía se mezclaba con el dolor, una sensación extraña y sensacional. Pronto subió la intensidad, sus caderas se movían cada vez mas y mas deprisa, como si se estuviera divirtiendo conmigo. Su boca se acerco a mi oído y un leve susurro se introdujo por mi oreja <<Estamos empezando>>. En aquel instante, no sé cómo, pero su cuerpo se desato en mí. Su manos me agarraron por los hombros, su boca no hacía más que lanzar gemidos y su cadera era una maquina de placer que no se detenía. Aguante todo lo que pude hasta que estalle y mi semilla se esparció por toda ella. Me quede exhausto y algo decepcionado, no había conseguido complacerla. Ella me miro a los ojos, sonrió y me beso. Yo no entendía por qué, si no le había proporcionado placer alguno hasta que lo note, su fluido descendía por mis muslos en pequeño reguero. Ella me volvió a susurrar, sus palabras me alentaron, ya que habíamos compartido juntos el orgasmo, lo que mis nervios y mi miedo no me lo dejaron ver. Ella se puso de pie y me cogió de la mano, marchamos juntos a su baño y nos duchamos. Me fije en nuestros cuerpos en el espejo, ella era perfecta y yo, bueno, no es que fuera feo ni deforme, pero dejaba algo que desear. No sabía por qué me había elegido, pero allí estaba, con aquella fantástica chica duchándome y enjabonándola todo su escultural cuerpo.

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Los relatos del primer pecado capital.

“El spa en llamas”

Llevaba rato esperándola metido en la sauna, mi cuerpo estaba completamente recubierto de sudor y mi piel había enrojecido a causa del intenso calor. No quedaba mucho tiempo para que cerraran el spa cuando ella apareció con la toalla rodeándole el torso. Aliviado salí de la sauna y le pregunte por qué había tarado tanto, me sonrió y se desprendió de la toalla, dejándome ver por completo su cuerpo desnudo, las ondulaciones de su pelo le ocultaban levemente el pecho y su manos se habían apoyado en sus caderas de forma que resaltaban aun más su figura. Yo me puse algo nervioso y le dije que podía venir alguien, pero ella me empujó y caí de espaldas al jacuzzi. Ella entró lentamente deleitándose con su delicioso juego, sus ojos no se apartaban de los míos ni por un instante, esa mirada me infundía incluso miedo. El agua le cubría hasta el ombligo y sonriendo se encaminó hacia mí, yo me puse también de pie y me acerqué a ella, fui a tocarla pero me lo negó con el dedo, después se sentó activando las burbujas que tenía a su espada y con una sonrisa picara me señaló que me sumergiera entre sus muslos. Yo estaba algo impresionado por lo que me introduje en el agua, me agarré en sus muslos y comencé a besar y lamer con intensidad sus labios mayores y menores, cada medio minuto salía a coger un poco de aire y ella me volvía a sumergir la cabeza. Le introduje dos de mis dedos y noté la tensión en sus piernas, se estremecían con cada roce de la yema de mis demos con su puntos excitantes.

Me sacó del agua y me pidió que me sentara en una de las camas de agua que allí había, me quito el bañador y me agarró el miembro con una mano, apretaba con fuerza, como si quisiera cortar la circulación, se acabó subiendo encima de mí e hizo que me introdujera dentro de ella. El chapoteo en el agua se entremezclaba con nuestros gemidos y se extendían por todos los rincones del spa. Sus uñas desgarraban la piel de mi pecho y rápidamente el agua hacia que aquellos arañazos escocieran. Acabé sentándome y sus piernas me rodearon por completo, le agarré por las nalgas y apreté con fuerza, sus saltos eran frenéticos y yo le acompañaba con los movimientos acompasados de mi cintura. Sus manos se agarraron en mi cuello y comenzó a asfixiarme, me molestaba, pero una extraña sensación me recorrió la espalda, como una especie de calambre. Me libre de su atadura y mi boca se fue directo a su cuello, le mordí con dureza, noté como la piel se le erizaba y su cuerpo se estremecía. La alcé y la coloqué en el borde del jacuzzi, sus piernas estaban abiertas ante mí y mi cabeza se lanzó sin compasión a por su delicada vagina, mi legua se introdujo dentro de ella y aprovechando sus gemidos le introduje un dedo por detrás, ella se sorprendió y me separó la frente de su ingle con la mano. Me reí y proseguí con lo que estaba haciendo. Ella me colocó las dos manos tras la nuca y me apretó hacia ella con fuerza. Cuando creí que estaba suficientemente dilatado la volví a meter en el agua, la coloque de espadas e inclinada hacia mí. Me introduje de nuevo en ella, pero esta vez por detrás, al principio era duro y algo doloroso para ambos, pero al final el agua ayudó y ambos entramos en un autentico frenesí, la pasión desenfrenada se apodero de nosotros, mis embestidas contra sus glúteos los hicieron enrojecer y sus gemidos podían oírse hasta en la recepción del spa. Su cuerpo se tensó y note un fuerte presión en mi cuerpo. La sobre excitación nos subió al instante a ambos, ella acabo con fuerte gemido y yo explote encima de su espalda.

Los dos caímos rendidos entre las burbujas, nuestras miradas se cruzaron y no hizo falta decir nada, nuestras caras dibujaron una satisfactoria sonrisa. Me volví a poner  el bañador y ella se tapo con la toalla, salimos de allí muy relajados.

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“El postre de primer plato”

Estábamos en el restaurante que a ella tanto le gustaba, llevaba días pidiéndome que fuéramos y al final pude conseguir reserva. Allí había muchísima gente, todos bien arreglados con sus mejores trajes y vestidos. Yo me había puesto un traje nuevo que tenia por estrenar en el armario, y ella se había engalanado con un espectacular vestido morado que resaltaba bastante su escote. Para mí era difícil no fijarme en ese canalillo que me incitaba a pensar en las peores perversiones, pero me contenía. En una de las miradas ella se me quedó mirando directamente a los ojos y con una sonrisa picaresca en los labios. Le devolví la sonrisa y noté como uno de sus pies me acariciaba en el muslo, mis ojos se abrieron ya que no me lo esperaba. Agaché un poco la cabeza y le susurré que no era lugar para aquellos juegos, que era un sitio con excesiva clase. Ella comenzó a reírse y quitó el pie.

El camarero trajo la botella de vino que le habíamos pedido, algo cara, pero merecía la pena el derroche, hacia mucho que no salíamos a cenar fuera. Se lo dio a probar a ella y luego a mí, los dos estábamos conformes y brindamos por nosotros. El maitre acudió a la mesa y nos recomendó varios platos, yo acabé eligiendo un solomillo de buey y ella una lubina al horno. Cuando se marché el maitre volví a notar de nuevo su pie, pero esta vez estaba en mi entrepierna. Yo inspiré con profundidad, me había excitado de verdad, notaba como mi miembro me crecía dentro del pantalón. Ella al notar la dureza alzó las cejas e inclinó la cabeza levemente hacia un lado. Miró a los alrededores y tras comprobar que nadie miraba se introdujo debajo de la mesa a una velocidad increíble. El mantel cubría completamente la mesa, por lo que nadie podía verla allí abajo. Se acercó a mí, me deslizó sus delicadas manos por los muslos y bajó la cremallera del pantalón, apartó el calzoncillo y sacó mi virilidad al exterior. Estaba excesivamente dura, ella la acariciaba con las manos y pronto sus labios entraron en juego. Notaba su calidez y su humedad, era delicada con sus movimientos, no parecía tener ninguna prisa. Me estimulaba por completo desde la base hasta la punta, no se dejaba ni un milímetro de carne por recorrer. Yo comencé a jadear, jamás había sentido algo así, una señora de la mesa de al lado comenzó a mirarme extrañada al ver mi cara desencajada. Yo con una sonrisa estúpida le asentí y volví a mirar hacia mi mesa. Apreté los puños con fuerza, ya que ella había comenzado a bombear con mucha más intensidad. Yo estaba muy excitado y no pude contenerme demasiado, estallé y me envolvió una extraña sensación de éxtasis.

Ella regreso a su silla y se limpió la boca con la servilleta. La señora que antes me había mirado, ahora le miraba a ella con los ojos abiertos como platos. Acto seguido llegó el camarero con nuestros platos, ella me sonrió y comenzó a comerse la lubina. Yo aun jadeando probé el solomillo, pero nada me podía saber mejor que aquel postre lujurioso.

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